Fuentes musicales
Fuentes musicales
CONOCIMIENTO DE LA EDAD MEDIA: LAS FUENTES MUSICALES
La gran dificultad que plantea el estudio de la música medieval es la falta de fuentes escritas. La notación musical no aparece hasta el siglo IX en Europa occidental: deja al margen casi un milenio de arte. Pero su aparición no simplifica demasiado la tarea, pues toda notación sólo es válida para un tiempo y un medio geográfico determinado. Fundada en interpretaciones convencionales, exige del lector una complicidad que se apoya en un ideal artístico compartido y en una compleja red de hábitos de ejecución.
Por otra parte, la notación medieval es claramente deficitaria en signos comparada con notaciones posteriores. La interpretación de las obras plantea, pues, un problema, y muchos se desaniman ante la aparente debilidad del soporte.
Además, la notación de la Edad Media sólo se centra en una pequeña parte del repertorio musical. Todo lo que es música tradicional, de diversión o canto popular, no es recogida por el anotador y queda confiada a la transmisión oral. Sólo podemos hacernos una idea de este repertorio por las huellas que ha dejado en el arte culto.
Además, es evidente que sólo se conserva una pequeña proporción de las obras que merecieron el honor de la notación. El libro era un producto precioso y codiciado: poseer un manuscrito constituía un signo de riqueza excepcional. La Biblioteca Carlos V de Francia poseía un fondo de 1.200 manuscritos a la muerte de este último (1380). Este número, que puede parecernos modesto, era colosal para la época. y la biblioteca del Rey era un verdadero centro de estudio e información para la elite intelectual. Sin embargo, muchos manuscritos medievales, objetos sin precio por su riqueza y magnificencia. fueron robados o destruidos.
Al abordar el estudio de las fuentes musicales antiguas habrá que preguntarse por la representatividad de los testimonios transmitidos. ¿Se puede juzgar un estilo o una escuela a partir de un solo manuscrito? ¿Cuáles eran los criterios que se exigían implícitamente a una obra para que accediera a la notación? Para superar las dificultades que plantea el análisis del lenguaje musical de la Edad Media harían falta muchos más ejemplos para poder establecer convergencias, pero, a falta de gran número de composiciones, nos vemos reducidos a razonar por inducción.
OTRA FUENTE DE INFORMACIÓN: LA ICONOGRAFÍA
Gracias a los trabajos de los historiadores del arte, conocemos los imperativos o los límites de las diferentes técnicas empleadas en las artes plásticas, la simbología o los códigos expresivos, el uso original de los documentos y su entorno. Sin embargo, el musicólogo se preguntará a menudo hasta qué punto se puede dar crédito a unas imágenes que, aunque ligadas a temas musicales, responden a preocupaciones ajenas a su propio objeto de investigación. Se sabe, por ejemplo, que el artista medieval tiene tendencia a representar todo lo que conoce impulsado por un deseo irreprimible de mostrar su saber. El miniaturista reproducirá en su folio de pergamino todos los instrumentos de música en uso, y el poeta los enumerará llevado por la musicalidad de sus nombres y para demostrar el aspecto enciclopédico de sus conocimientos.
El problema que plantea la iconografía es muy difícil de resolver, y muchas veces el musicólogo recurrirá a ella como un lujo, un adorno del discurso, y no un elemento de demostración.
Fuentes: Historía de la música, Espasa
CONOCIMIENTO DE LA EDAD MEDIA: LAS FUENTES MUSICALES
La gran dificultad que plantea el estudio de la música medieval es la falta de fuentes escritas. La notación musical no aparece hasta el siglo IX en Europa occidental: deja al margen casi un milenio de arte. Pero su aparición no simplifica demasiado la tarea, pues toda notación sólo es válida para un tiempo y un medio geográfico determinado. Fundada en interpretaciones convencionales, exige del lector una complicidad que se apoya en un ideal artístico compartido y en una compleja red de hábitos de ejecución.
Por otra parte, la notación medieval es claramente deficitaria en signos comparada con notaciones posteriores. La interpretación de las obras plantea, pues, un problema, y muchos se desaniman ante la aparente debilidad del soporte.
Además, la notación de la Edad Media sólo se centra en una pequeña parte del repertorio musical. Todo lo que es música tradicional, de diversión o canto popular, no es recogida por el anotador y queda confiada a la transmisión oral. Sólo podemos hacernos una idea de este repertorio por las huellas que ha dejado en el arte culto.
Además, es evidente que sólo se conserva una pequeña proporción de las obras que merecieron el honor de la notación. El libro era un producto precioso y codiciado: poseer un manuscrito constituía un signo de riqueza excepcional. La Biblioteca Carlos V de Francia poseía un fondo de 1.200 manuscritos a la muerte de este último (1380). Este número, que puede parecernos modesto, era colosal para la época. y la biblioteca del Rey era un verdadero centro de estudio e información para la elite intelectual. Sin embargo, muchos manuscritos medievales, objetos sin precio por su riqueza y magnificencia. fueron robados o destruidos.
Al abordar el estudio de las fuentes musicales antiguas habrá que preguntarse por la representatividad de los testimonios transmitidos. ¿Se puede juzgar un estilo o una escuela a partir de un solo manuscrito? ¿Cuáles eran los criterios que se exigían implícitamente a una obra para que accediera a la notación? Para superar las dificultades que plantea el análisis del lenguaje musical de la Edad Media harían falta muchos más ejemplos para poder establecer convergencias, pero, a falta de gran número de composiciones, nos vemos reducidos a razonar por inducción.
OTRA FUENTE DE INFORMACIÓN: LA ICONOGRAFÍA
Gracias a los trabajos de los historiadores del arte, conocemos los imperativos o los límites de las diferentes técnicas empleadas en las artes plásticas, la simbología o los códigos expresivos, el uso original de los documentos y su entorno. Sin embargo, el musicólogo se preguntará a menudo hasta qué punto se puede dar crédito a unas imágenes que, aunque ligadas a temas musicales, responden a preocupaciones ajenas a su propio objeto de investigación. Se sabe, por ejemplo, que el artista medieval tiene tendencia a representar todo lo que conoce impulsado por un deseo irreprimible de mostrar su saber. El miniaturista reproducirá en su folio de pergamino todos los instrumentos de música en uso, y el poeta los enumerará llevado por la musicalidad de sus nombres y para demostrar el aspecto enciclopédico de sus conocimientos.
El problema que plantea la iconografía es muy difícil de resolver, y muchas veces el musicólogo recurrirá a ella como un lujo, un adorno del discurso, y no un elemento de demostración.
Fuentes: Historía de la música, Espasa
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